martes, 19 de octubre de 2010

Adaptarse o morir


Comíamos algunos sentados en una terraza. Es nuestro segundo año estudiando esto, sin querer ya se nos empieza a notar algo. Supongo que se nos ha contagiado y ahora cada uno se empieza a sentir identificado con algunas corrientes que hace unos meses nos eran totalmente ajenas y, sin querer, busca su propia interpretación dentro de las propuestas de los grandes maestros.
La discusión ha empezado con una pregunta estúpida acerca de si es posible que alguien de la profesión desacredite a un genio del gremio, si es lícito.
¿El arte es arte sólo porque lo firme un artista reconocido? ¿Un artista siempre produce arte? ¿Tenemos que aceptar todo lo que hagan, aunque esté más allá de los límites de lo habitual y de lo pragmático?
De manera análoga a lo que sucede con la pintura de las últimas generaciones, que han sido repudiadas por lo simple (o excesivamente complejo) de su composición como si ello no conllevara una profunda reflexión y un estudio decidido detrás; se tacha la arquitectura más transgresora (y con ello no me refiero a la contemporánea, ni mucho menos, sino a la de los años 30, 40 y 50) de pecar de excesivo conceptualismo y de no ser una arquitectura creada para vivir. Pero igual que el individuo tiene que aprender a MIRAR un cuadro que se extiende más allá de los límites de lo real, quizás el usuario tenga que aprender también a vivir una arquitectura más abierta y alejada de lo que hoy conocemos.
El ejemplo con el que trabajamos en esta conversación era la Casa Farnswoth. ¿Justifica el hecho de que Mies sea un arquitecto consagrado que hiciera una vivienda que atenta totalmente con el concepto que tenemos nosotros de funcionalidad y distribución? No. Pero quizás debamos pensar que no es Mies el que ha hecho de sus edificios obras de arte, sino que son sus creaciones las que han hecho de él un maestro. A veces es necesario hacer la aportación más radical para crear un pequeño cambio. Y fíjate, han pasado 60 años y todavía no hemos podido asimilarlo.

4 comentarios:

  1. Felicidades, Ana... me encanta!
    Es posible que me esté desviando del tema pero es que tu entrada me ha hecho pensar en una de las cuestiones que más debatimos en el mundillo... Yo en cuanto al arte soy un poco escéptica. Digamos que mucha gente salta encima tuyo cuando dices que un punto rojo sobre un lienzo en blanco lo puede hacer cualquiera. Se te tiran encima como fieras, diciendo que eso conlleva una gran reflexión por parte del autor, lo cual es posible, y su manera de plasmarlo haya sido ese mísero punto rojo en medio de tanta blancura... Sin embargo pienso que lo de la producción artística es un poco complejo, que el artista debe comerse la cabeza para intentar hacer algo original que a la vez exprese lo que quiere decir. También es cierto que lo malo del arte es que sin quererlo va dirigido a un público (digo sin quererlo porque el verdadero artista es aquel cuya producción artística no tiene ningún fin específico en el que se incluyan otras personas de por medio, un público digamos, que critique su obra). El público aclamará o desechará la obra dependiendo de si es un Picasso o un cuadro de tu vecino de enfrente.
    Suena raro que lo diga una estudiante de Bellas Artes, pero no todo lo que hace un artista es arte, al menos, refiriéndome al punto rojo del cual he hablado antes. A mí, en calidad de público, me parece una tomadura de pelo. No porque un autor sea grande todas sus obras vayan a ser maestras, ni todo lo que toque se convierta en oro. No me gustan ese tipo de cuadros porque, desde mi punto de vista, me parece algo que no merece estar colgado en un museo separado por una especie de valla para que no podamos tocarlo. Me parece estupendo que en ese motivo el pintor haya plasmado todo su pasado, presente y futuro, qué sé yo, pero al fin y al cabo, qué se admira, ¿la obra, o el maestro? He ahí la cuestión...

    Y aunque no tenga mucha idea, en cuanto a la arquitectura, yo siempre he visto a los arquitectos no sólo como unas personas que se dedican a hacer casas, edificios, que sean habitables, sino que también los considero unos verdaderos artistas. Que buscan estética, armonía, y también, sorprender al público. En este caso, diré: no es lo mismo un punto rojo en un lienzo (que en cierto modo es transgresor) que una arquitectura transgresora tachada de no haber sido creada para vivir. Admitámoslo: son diferentes maneras de expresión. Yo puedo hacer un punto rojo en un lienzo. Pero hacer la Casa Farnswoth, ya no...

    Felicidades Ana, y perdona por tanto rollo, pero a estas horas de la noche... (pero así me gusta, que abras el debate ^^)

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  2. Me encanta esta entrada. Creo que los artistas son artistas porque a parte de dominar las técnicas que los acreditan como tales (algunos más, y otros menos); son capaces de generar reflexiones en los espectadores a partir de sus obras. A parte de esto, los artistas llevan a cabo un proceso creativo que también se deriva de sus ideas. Así, la casa Fansworth de Mies, es la culminación de sus ideas del volumen puro y la planta libre; y no sólo se levanta más de un metro con respecto al suelo para evitar el agua de las crecidas del lago que está en frente de la casa; sino también para generar que la linea de visión desde en la casa se alinee con la línea de horizonte, y así entender la visual desde el interior como un espacio fluido, que se extiende más allá del espacio de la casa, hasta el azul del cielo. Cómo decía, la casa Fansworth es la sublimación de las teorías de Mies, pero antes de ella, Van der Rohe empezó a desarrollar sus teorías y conceptos treinta años antes, con sus primeras casas patio, evolución que luego pasó por la casa Tugenthat y el Pabellón de Barcelona. Por eso, para juzgar a un artista, a veces hay que tener en cuenta su evolución, entender el desarrollo de sus ideas, y finalmente comprender que es lo que el artista se ha esforzado tanto en transmitir.
    A veces mejor, otras veces peor; te puede gustar más o menos; pero siempre es interesante intentar entender los conceptos que quieren expresar los artistas, y no sólo dejarse llevar por la imagen -que muchas veces, también es agradable.

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  3. A mí también me ha gustado mucho esta entrada. Siempre he pensado que es sanísimo cuestionarse todo, incluso aquello que consideramos inamovible o consagrado. La arquitectura está mucho más condicionada que otras artes. Se le exigen cualidades que debe cumplir más allá de su condición estética. Eso hace que el profesional, en ocasiones, se vea más limitado a la hora de proyectar... Sin embargo, a veces las limitaciones son el auténtico reto, son las que, al final, una vez superadas, hacen que un trabajo sea excepcional.

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  4. Ana! :)
    Lo que dices es interesante, es lo debatimos en la primera clase de teoría y crítica! Cuando haces la crítica de un edificio lo primero que tienes que hacer es un análisis de la calidad del edificio (concepto, funcionalidad, respuesta al lugar, coherencia de plantas y secciones, construcción...), después tienes que hacer un segundo análisis evaluando qué tiene el proyecto de innovador, cuál es su aportación para el avance de la arquitectura... Una vez hecho este estudio tienes que poner todo en una balanza y hacer un juicio de valor. Cuando un proyecto es de gran calidad y además aporta innovación... perfecto! Lo complicado es formar una capacidad crítica que nos permita sopesar 'a que grado de calidad podemos renunciar por avanzar en innovación'... o 'en que medida podemos valorar como mágnifica una arquitectura que no pretenda dar un paso más (por pequeño que sea!)'.
    De tu capacidad crítica no me cabe duda! ;)

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