viernes, 12 de noviembre de 2010

Fin de semana en París. Primera reflexión

Notre Dame, ¡ahora la salvación al alcance de todos los bolsillos!

Que nadie me mate. Pero mi primera entrada dedicada a esta obra, teniendo en cuenta además lo reciente que está todavía el gótico para nosotros, fervorosos estudiantes de HAR y entregados amantes de la arquitectura, quiero dedicársela a algo que no deja de ser una anécdota, pero que sin embargo significó para mí todo un motivo de reflexión (indignada reflexión, por cierto).

Veamos. Sábado por la mañana. Madrugo para no encontrarme con la marabunta a las puertas de la catedral. Está relativamente vacío. Nos hacemos las fotos de rigor con la catedral a nuestras espaldas, no esperamos ni medio minuto de cola, me quito el gorro y entramos.

La visita coincidía con una misa. Los fieles se encontraban de pie, silenciosos, sosteniendo con sus hombros un altísimo espacio que se erguía esbelto, grandioso. Sólo se oye el murmullo de los turistas, la voz grave del sacerdote. Uno no puede evitar imaginarse a Napoleón dirigiéndose allí hacia su destino, momento que seguro que esta arquitectura guardaría con el mismo celo que ahora recoge la fe de estas personas. Jamás había estado en un lugar así.

Cual será mi sorpresa cuando en medio de tanta sacralidad, me encuentro con esto:


Y esto


Y esto (sí, en la pantalla pone cinco euros)

Y esto otro.

No quiero ser injusta, detrás de un pilar me encontré esto también:


Si un día fue "Dadle a Dios lo que es de Dios y dadle el César lo que es del César", ahora es: "Dadle a Dios lo que es de Dios y dadle a la Iglesia lo que es de la Iglesia". Es obvio que eso de que el poder ejecutivo viole los santuarios quedó obsoleto y nos encontramos ante el nuevo paradigma, una reinterpretación de la realidad bíblica del momento: porque quizás sea yo, pero pensaba que Dios no me atendería mejor cuando llegara el momento por comprar la estampa de dos euros en la máquina expendedora. Sí, puede que yo tenga un concepto distorsionado de lo que es sagrado y lo que no, pero, ¿si le pongo una vela a alguien por cinco euros salvo un poco más su alma que si se la pongo gratis?


3 comentarios:

  1. Me ha divertido enormemente eso de "fervorosos estudiantes de HAR" ;)... y también tu entrada con un punto endemoniado. Te entiendo perfectamente. Yo recuerdo que me pasó algo similar cuando entré por primera vez en los Museos Vaticanos y me soplaron un montón de liras. Sencillamente no daba crédito y mi indignación alcanzó cotas insospechadas. Ya sabes, el negocio es el negocio. Buena pregunta final...

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  2. Gerda es FANTASTICO el artículo, me ha encantado.

    Dales duro! ajajjaja

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  3. Muy buena entrada, la verdad es que es una genial reflexión, sobre todo la última pregunta


    Salvadoporlacampana

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