Vivimos en una época en que todo el mundo lucha por mantenerse incorrupto, parecer joven eternamente, evadir una realidad que se manifiesta en el rostro y se avergüenza de aquello que le hace ser quien es, su experiencia vital, o más concretamente, la extensión de dicha experiencia vital.
Además, esta época también se caracteriza por ser la "era de las necesidades", ahora necesitamos de todo. De pronto, te gusta algo que nunca te había gustado. Quieres algo que nunca habías querido. Es más, anhelas algo que hace unos instantes ni siquiera eras consciente de que existía.
Nos deshumanizamos. Faltamos a nuestros instintos primarios, rehuimos de nosotros mismos.
¿Es esta reflexión demasiado profunda para hablar seguidamente del McDonalds? Quizás un poco. Pero pensándolo bien, ¿cualquier criatura no contaminada por la globalización, la condenada publicidad y las influencias americanas probaría la carne del McDonalds?, ¿aceptaría, de hecho, ese sucedáneo como "carne"?
Fans de la comida rápida, el colesterol en las arterias y los falsos mensajes de felicidad entre dos trozos de pan, que os dejáis encantar por la música pegadiza de los anuncios y de verdad creísteis que habíais encontrado en aquel anuncio del McDonalds en el que salían vacas pastando la prueba de que los rumores de que las hamburguesas no son precisamente de granja eran falsos: ¡volved a vuestros orígenes!
Es una recomendación. Aquí os presento la prueba definitiva de que gracias al dinero invertido, McDonalds ha conseguido que el recuerdo arterial que deja en vosotros con cada hamburguesa de un euro continúe impertérrito hasta el fin de vuestros días:
Sally Davies, fotógrafa profesional y vegetariana por definición decidió comprobar hasta que punto la carne de las "Cajitas Felices" era carne, y las patatas, patatas. Así, inició un proyecto que duró mucho más de lo que podría haberse imaginado:
300 días después seguían siendo patatas y carne. O... a lo mejor es que nunca lo fueron.
Para ver una galería de fotos más extensa, vídeos incluidos:
PD. También es una prueba de como el arte es alternativo, y no persigue únicamente fines estéticos, sino que, como fuera antaño, tiene un fin concreto, racional. ¿El arte también vuelve a sus orígenes?
Por Dios, ¡a mí me ha dado mal rollo! Me gusta la reflexión de tu entrada.
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